El proceso y las complejidades de la creación de un concierto sinfónico, una ópera o nuestra querida zarzuela siempre han sido motivo de fascinación. La figura del director musical —auténtico eje vertebrador de todos los elementos que intervienen en una producción de zarzuela— despierta una especial curiosidad.
Desde el punto de vista musical, el director suele ser la única persona plenamente consciente de la arquitectura completa de la obra. Debe conocer el rumbo exacto para guiar con precisión la música, anticipar los clímax emocionales y orquestales, y organizar cada instante desde la partitura hasta su materialización escénica.
Pero su papel no termina ahí. El «maestro», como se le conoce en el ámbito escénico, debe también ser un gestor de personas: con una fina dosis de psicología, diplomacia, liderazgo y capacidad de organización. Comprender el proceso creativo desde esta perspectiva —desde dentro— es una oportunidad única para adentrarse en el corazón de la zarzuela.