
San Lorenzo de El Escorial, 1 de julio de 2025 – Centroamérica es una tierra de paradojas: un extraordinario cruce de caminos cultural y biológico, y al mismo tiempo “un paisaje volcánico en lo político" que, 200 años después de su independencia, “sigue pagando el precio de un fracaso original”. Con esta reflexión, el escritor y Premio Cervantes nicaragüense, Sergio Ramírez, ofreció una profunda disección de la historia y el presente de la región como parte de su ponencia “Centroamérica y España”, en el marco del curso Tendencias geopolíticas (VI). Geopolítica del español. Repensando la Hispanidad, dirigido por el general de Brigada del Ejército de Tierra y director del IEEE, Víctor Mario Bados Nieto.
Durante su ponencia, el exvicepresidente de Nicaragua, hoy exiliado y despojado de su nacionalidad por el gobierno de Daniel Ortega, argumentó que, si bien las soluciones deben nacer desde dentro, Europa y España tienen el deber de “mantener una actitud crítica frente a las nuevas autocracias”.
Un rostro de pólvora, un rostro de invención
Ramírez mencionó que en Centroamérica “hay dos rostros antagónicos”, por un lado, el que salta a las primeras planas de los medios: “un territorio que hoy sirve de puente para el tráfico de drogas”, cuyo "primer producto de exportación es la gente que huye de la miseria”, y donde se consolidan "monarquías absolutas como la de Ortega y su esposa" o “dictaduras” como la de Nayib Bukele en El Salvador, “con la cárcel más grande de América Latina”.
Frente a “esta marca de disensiones políticas, golpes cuartelarios y dictaduras”, el escritor destacó el que considera "nuestro mejor rostro, un rostro para enseñar": el de la cultura y la invención literaria. Desde el libro sagrado maya, el Popol Vuh, hasta Rubén Darío, Miguel Ángel Asturias o Ernesto Cardenal, la literatura, afirmó Ramírez, “nos redime y deja que se revele esa identidad tantas veces escondida”. Defendió el “español híbrido, rico y diverso de la región” como el resultado de un “mestizaje de siglos que fusionó la herencia peninsular con las lenguas indígenas, africanas e incluso el inglés”.
El fracaso original y la sombra de los imperios
Para explicar el presente, Ramírez se remontó al “pecado original de la región”: una independencia “sin heroísmos ni épica alguna”, proclamada por las élites en 1821 por temor a que “la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Aquella independencia, argumentó, “ya traía dentro el gusano de la disensión y dio paso a un ciclo de guerras, anarquía y dictaduras que ha marcado los últimos dos siglos”. Desde entonces, las constituciones de inspiración liberal han sido “novelas dominadas por la ficción, un ideal retórico en permanente divorcio con la realidad de los caudillos”.